sábado, 5 de marzo de 2011

El correr de la sangre...

Haz visto sangrar mis manos, perder su delicadeza por el puro placer del dolor que provoca la herida, el placer de ver la sagre recorrerlas ¿no? Entonces no hables, no conoces el masoquismo frente a ti. ¿Sadista? Un poco. Por eso estoy ante ti, quiero hacerte sentir dolor, dolor que me provoque placer, como lo siento cada vez que no estas y saboreo la tristeza...
¿Me hundo? No, ya no puedo llegar más abajo. He tocado fondo. Jaja ¿intentas gritar? Olvidalo, ya nadie te escucha. En este lugar ya no hay viento que mueva las cortinas, ya no hay agua que te empape mientras caminas. Estas tocando el fondo de tú vida.
Deja correr la sangre, satisfacción siento por esto. Ilusa ya no podras salir. Ahora estas sola. Como el demonio que se esconde detras de aquellas sonrisas al final estaras. Entre mascaras ocultaras las heridas. Te habras arrepentido de haberte cruzado conmigo. 

Dejemos entonces al mundo seguir. Llegaremos a atormentarlo como él lo hizo con nosotros. ¿No quieres? Lo siento, llegaste demasiado lejos, ahora estas conmigo. ¿Querias amor? Aqui estoy, nos convertiremos en Romeo y Julieta, la diferencia: nosotros no morimos, los dejamos morir a ellos. 
Toma tú antifaz, a tus manos cubrelas bajo la seda. Vayamos pues, perdemonos entre ellos. Ya no tenemos porque temer, ni que perder. Al final nos confundiremos entre las sombras.

Pero ellos jamás nos olvidarán.

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